sábado, abril 24

Mentiras amables, veneno paciente.

Nada de lo que supiste lucir.


Y simplemente deseaste que te destierren del mundo, por haberte convertido en lo que más odiás. Tu tan acomodada y segura cabeza no se enfrió, y pensaste bastante mal, quedando plantada en medio del más taladrante de los vacíos. Y de nuevo, te costaba desifrar esos códigos ilegibles que en un tropiezo, se juntaron con los tuyos; y te sentiste el paréntesis que nadie lee, de ese texto asperamente resaltado de un horrible amarillo chillón. Y en medio de ese desenredo, te calzaste el disfraz de Lucecita, encondiendote detrás de los hilos que te manejaban. Pero querida, los títeres no tienen vida, simplemente se dejan llevar. No consideran, ni proyectan, tan solo se ven obligados a ir hacia donde su titiritero los quiera arrastrar. Tampoco se revelan, ni sienten. Existen. Sin embargo, tu recreo terminó antes de lo esperado, y ese agudo y odioso timbre, te sentó de golpe, haciendote deplorable ante los ojos de todos. ¿No era que no te importaba lo que dijeran los demás?. Ya es hora que explotes esa fría burbuja y te des cuenta de algo: las perfecciones, son de novela, errar es humano y el flajelo, no sirve.



y pronto empezaste a ser un recuerdo
y nada de lo que me gusta extrañar.



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