Me hablás desde un imaginario podio de aire y ego, con la altura más deplorable y las citas más hediondas. Me señalás con un dedo mojado en tus ideas y te escudás en risueñas imágenes contruidas de falencias. Creés acariciar con falsas emociones, los tesoros que destrozaste con entera tirria, y tus discursos con capacidades repelentes logran esconderte y ponerte en el papel más abrazable.
No muy seguido hablo por hablar y no me baño de rencores, pero mis oidos no son ajenos a mis ojos y mis intentos no matan la impotencia. El mismo grado de realidad con distintas perspectivas, es todo lo que tenía que entender para no tratar de entenderte.
El mejor testigo se puede contradecir .
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