martes, marzo 29

Como solía ocurrir.

Y mi cabeza se me enfrenta en una noche de solo pensar.

Por el miedo a bajar y a no volver a subir nunca más, a volver atrás. El miedo al amor y al desamor, a la soledad y a la decepción. El miedo al miedo y a que nada te asuste. El terror a las arañas y a nunca rebasar el rencor. El miedo a que el subte no te vuelva a inspirar, y a que este texto no suene bonito. Por el pavor al fracaso, a la resignación, a la desilusión y a la nostalgia. El temor a sufrir y a que nada te afecte. El miedo a la frustración y a no poder superarte jamás. El espanto a no poder aclarar, y a oscurecer por perderlo todo. Recelo por lo desconocido, y horror ignorarlo todo. La alarma por no poder evitar el hastío por lo hermoso, y por no querer verlo. El temor a no volver a ver sus ojos, y a que nada te deslumbre otra vez. Por no querer ver, y el rechazo a dejar de sonreír. La cobardía de no arriesgarte por lo anhelado y por perder un poco de dignidad al hacerlo. El miedo a la ilusión y al desencanto. Por no querer pensar, y por razonar de más. El miedo a crecer y a no asumirlo jamás. Por el terror de no explorar nada por cuestionartelo todo y por el regocijo de evitalo.
Por la alegría de vivir el mundo, verso a verso, y por enamorarte de eso.

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