jueves, febrero 4

Se cubre con los restos de una canción.

y si llama el no digas nunca que estoy, di que me he ido.


El cielo se tiñó de naranja, parece una perfecta acuarela con delicadas vetas violácea pintadas a mano. Desde una incipiente ventana, se permite apreciar el cuadro melancólico de la gran ciudad; el sol durmiendo detrás de los grandes edificios que se alzan ante sus ojos; simplemente mira como otro día se va. . . Suavemente se acurruca entre sus brazos, escondiendo su cara para que no se note que dos brillantes y dolorosas lágrimas se escapan, sin reparo, de sus ojos; los mismos que cerró para soñar, ilusionarse y escapar de la realidad. Aunque sea por un instante. Simplemente voló, se fue muy lejos. Se fue para olvidarse del ayer, y vivir un presente eternamente distinto. Se fue a donde se sintiera acompañada, feliz. Se fue, solo se fue...
El sol que hace un instante bañaba el horizonte de nostálgias, se escapó como un ladrón entre las casa más bajas; dando lugar a las millones de estrellas que ahora iluminaban la noche. Una brisa leve entraba por aquella ventana que le permitía perderse en lo profundo de aquella ilusión. Se acurrucó nuevamente entre sus brazos para evadir en frío y simplemente se durmió sobre su tibio colchón de nubes, con la esperanza de no despertar jamás junto a su soledad. . .



qué vacío deja la ansiedad

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