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El sol se filtraba, sin escrúpulos, entre las gruesas y anudadas ramas de aquella parra que se tendía sobre sus cabezas; formando un arte completamente abstracto sobre las lajas del piso. Y mientras su cabeza se desprendía de la razón y giraba entre fantasías lejanas y utópicas, no advirtió que había una doble realidad, que ignoraba por completo, y que siempre sería dura. Le pareció absurdo que alguien pudiera jugar con las emociones, saboteando su propia objetividad. Por esto, optó por escuchar, sentir impotencia y esperar... simplemente esperar.
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